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UNA TORMENTA PONE UN PARÉNTESIS A LA FIESTA DE SAN PEDRO EN TAPIA

FIESTA TÍPICA EN EL BARRIO MARINERO POR EXCELENCIA

Se celebró en esta villa el pasado día 29 de junio la fiesta de San Pedro, fiesta típicamente marinera que se celebra en plena barriada de pescadores de San Sebastián. Tiene lugar en el campo que circunda una vieja ermita, en el punto más alto de los acantilados desde el que se divisa toda la costa. Esta costa bravía del Cantábrico, en la que nuestros hombres del mar ganan el pan en las duras faenas de la pesca o tripulando pequeños barcos costeros que a diario pasan frente a Tapia, camino de los puertos gallegos, o ya de regreso, cargados hasta los topes de madera, rumbo  a los puertos asturianos o vascos.

Desde esta ermita,  puede verse pasar en días de bonanza a estos barquitos – para tripular los cuales es preciso tener un corazón como el de estos bravos hijos del mar – haciendo sonar alegremente sus sirenas, como diciendo adiós a los familiares que quedan en tierra. También, en días de invernada, observar como navega el Sarita Díaz o el Rafita, o cualquier otro de los muchos  que por aquí pasan, luchando contra el nordeste, encaramados unas veces sobre las olas, otras desapareciendo entre ellas, hasta no verse más que un débil penacho de humo que poco a poco se pierde tras un recodo de la costa.

En una villa como ésta, es lógico que se reserven las mejores fiestas a San Pedro y a la Virgen del Carmen.  Ésta del Santo Pescador fue una  fiesta modesta. Se celebró, por la mañana, una misa solemne y después la procesión con las imágenes de la Santísima Virgen, San Sebastián y San Pedro, portadas por mozos vestidos con los blancos uniformes de la Armada. Recorrió  las calles estrechas y empinadas de la Tapia marinera, cuyas casas, de blanqueadas fachadas, dejaban ver, en ocasiones, tras algún portalón, redes, remos y velas y, a través de alguna ventana, colgado en la sala, un retrato de un marino que quizás naufragó, en un mal día, en las costas de Filipinas o murió al pie de un cañón, luchando sobre el  puente de la fragata que mandaba Méndez Núñez en la batalla del Callao.

Por la tarde, amenizada por la Orquesta Monterrey, se celebró una animada romería en el Campo de San Sebastián, la cual fue interrumpida por una aparatosa tormenta. Una hora más tarde, desaparecida ya la borrasca, la gente joven  bailaba nuevamente sobre la hierba, seca ya, mientras un grupo de viejos pescadores, sentados cara al mar detrás de la capilla, hacían comentarios sobre la pasada costera del bocarte, la actual del chicharro y la ya inminente del bonito, y se reían de uno más joven que ponderaba una flotilla de pesqueros que él había visto al recalar su barco en un puerto francés, equipada, según decía,  con los adelantos más modernos. Le manifestaban que si ellos tuvieran veinte años menos pescarían más que todos los extranjeros, embarcados en un barco viejo y llevando por cebo un puñado de hojas de maíz.

Al regreso de la fiesta, anochecido ya, vimos un simpático grupo de excursionistas de la cuenca minera, a cuyo frente marchaba un gaitero que, sin prisa por abandonar Tapia, caminaba calles arriba, cantando a coro viejas canciones asturianas.

Esto amigos lectores, nada más – para muchos de nosotros que no sabemos cuanto vale un día de fiesta en paz, en medio de un mundo que sólo se ocupa de la radioactividad y de la manera de fabricar una bomba limpia que lleva la muerte en un instante a miles de seres – y nada menos – para los que alejados de esta tierra, añoren  tiempos vividos aquí  felizmente y que hoy recordarán, al leer estas líneas -  fue la fiesta de San Pedro del año 1957.


C.D.E.
El Faro de Tapia, 7 de julio de 1957

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